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25 de abril de 2014

LAS CUOTAS PARA NEGROS EN BRASIL: VERDADES Y MENTIRAS



LAS CUOTAS PARA NEGROS EN BRASIL: VERDADES Y MENTIRAS

     Brasil es un país mestizo.
     En este país, las razas se han mezclado constantemente, salvo en algunos lugares, como en las pequeñas comunidades rurales descendientes de los inmigrantes europeos que salieron de sus países huyendo de la pobreza...
     Sin embargo es común escuchar que los negros en Brasil han sido excluidos social y culturalmente.
     Lo que sí es verdad, en parte.
     Y lo que es absurdo, pues la raza negra se ha mezclado con las otras razas en este país tropical de manera espectacular; no obstante, el problema racial y racista es una realidad brasileña.
     Entonces, los últimos gobiernos “inventaron” las cuotas para que los “negros” pudieran ingresar a la universidad, alegando que de esta manera este sector de la población va a tener la oportunidad de educarse; oportunidad que, según los “creadores de las cuotas”, la historia brasileña les ha negado.
     ¡Eso es una gran mentira! Y no pasa de ser un discurso simplista.
     La universidad no les ha negado el ingreso a los negros porque son negros. La universidad le ha cerrado las puertas a la población en general porque el sistema educativo brasileño (léase educación básica pública y particular) es de pésima calidad.
     Las “cuotas” no son más que una manera de “lavarse” las manos, de “limpiarse” la conciencia frente a la incapacidad de las autoridades de crear una sociedad justa para todos, no solo para los negros.
     Porque con la idea de las “cuotas” es como que el pensamiento fuera así: los negros son pobres y están excluidos porque nacieron negros mientras que los blancos y todas las otras razas de Brasil no son pobres ni están excluidos gracias a...
     Como se suele decir, el único ciego es el que no quiere ver...
     Al insistir en las “cuotas”, sea para la universidad o cualquier otro sector, el país está insistiendo en dividir la nación en grupos raciales en los que prevalece el color de la piel y de ahí, el racismo no desaparece sino que empieza a ganar más fuerza, de manera lenta, pero firme porque siempre habrá un sector de la sociedad que se sentirá excluido y va a querer su “cuota” social.
     Es como estar dividiendo el país en “guetos”...
     Y claro, un país dividido es manipulable para cualquier interés egoísta del gobernante de turno...
     La solución no está en las “cuotas”, pues esa es la hipocresía más grande del Brasil del siglo veintiuno.
     La solución está en que el gobierno cree realmente un sistema de educación válido para toda la población: un buen currículo, escuelas con buena infraestructura, profesores capacitados y con excelente salarios... además de acabar con la gran corrupción, principalmente en las altas esferas y disminuir de manera drástica los “salarios” millonarios de los políticos en general, que son los que excluyen al resto de la población.
     Si todos los ciudadanos somos iguales, según la Constitución, las cuotas ya nos están haciendo diferentes y a la larga tendremos una generación que le dejará al país en “jaque mate”.

Versão em português


AS COTAS PARA NEGROS EM BRASIL: VERDADES E MENTIRAS

Brasil é um país mestiço.
Neste país, as raças constantemente se mesclaram, salvo alguns lugares, como nas pequenas comunidades rurais descendentes dos imigrantes europeus que saíram de seus países fugindo da pobreza...
No entanto é comum escutar que os negros em Brasil foram excluídos social e culturalmente.
O que sim é verdade, em parte.
E o que é absurdo, pois a raça negra se mesclou com as outras raças de maneira espetacular nesse país tropical; no entanto, o problema racial e racista é uma realidade brasileira.
Então, os últimos governos “inventaram” as cotas para que os “negros” pudessem ingressar na universidade, alegando que dessa maneira esse setor da população terá  a oportunidade de educar-se; oportunidade que, segundo os “criadores das cotas”, a história brasileira negou.
Isso é uma grande mentira! E não passa de um discurso simplista.
A universidade não negou os ingressos aos negros porque são negros. A universidade fechou as portas à população em geral porque o sistema educativo brasileiro (leia-se educação básica pública e particular) é de péssima qualidade.
As “cotas” não são mais que uma maneira de “lavar” as mãos, de “limpar” a consciência diante da incapacidade das autoridades de criar uma sociedade justa para todos, não só para os negros.
Porque com a ideia das “cotas” é como se o pensamento fosse assim: os negros são pobres e estão excluídos porque nasceram negros enquanto que os brancos e todas as outras raças do Brasil não são pobres nem estão excluídos graças a...
Como se costuma dizer, o pior cego é aquele que não quer ver...
Ao insistir nas “cotas”, seja para a universidade ou qualquer outro setor, o país está insistindo em dividir a nação em grupos raciais em os que prevalecem a cor da pele e daí, o racismo não desaparece, mas sim começa a ganhar força, de maneira lenta, mas firme porque sempre haverá um setor da sociedade que se sentirá excluído quererá a sua “cota” social.
É como dividir o país em “guetos”...
E claro, um país dividido é manipulável para qualquer interesse egoísta do governante do turno...
A solução não está nas “cotas”, pois essa é a hipocrisia maior do Brasil do século vinte e um.
A solução está em que o governo crie realmente um sistema de educação válido para toda a população: um bom currículo, escolas com boa infraestrutura, professores capacitados e com excelentes salários... além de acabar com a grande corrupção, principalmente nas grandes esferas e diminuir de maneira drástica os “salários” milionários dos políticos em geral, que são os que excluem o resto da população.
Se todos os cidadãos somos iguais, segundo a Constituição, as cotas já nos fazem diferentes e a longo prazo teremos uma geração que deixará ao país em “xeque mate”.

18 de abril de 2014

LA GRAN MENTIRA DEL SIGLO VEINTIUNO



LA GRAN MENTIRA DEL SIGLO VEINTIUNO

     Es impresionante cómo cada día las personas intentan autoconvencerse –y más impresionante es el hecho de que consiguen hacerlo– de que no tienen tiempo para nada.
     Cuando la gente dice: “Es que no tengo tiempo”, lo que estamos escuchando es una gran mentira.
     La gran mentira del siglo veintiuno.
     Y todos los días nos volvemos más mentirosos y a cada segundo se repite: “Es que no tengo tiempo”.
     Las propagandas de los más diversos productos hacen hincapié en decirlo, en repetirlo y en volver a decirlo; entonces, en las conversaciones diarias, entre amigos y familiares, en el trabajo, la gente repite: “Es que no tengo tiempo”.
     En resumen...
     Todos dicen que no tienen tiempo para nada, pero la verdad es que, además de ser mentirosos patológicos, sí tenemos tiempo.
     Tenemos tiempo suficiente para hacer lo que necesitamos y muchas más cosas...
     Sin embargo, lo que se sucede es que, para favorecer al consumismo masivo, desenfrenado, fanático y autodesctrucitvo, se nos trata de convencer de que no tenemos tiempo para nada; entonces, para hacer realidad esta idea, consumimos más tecnología en lugar de invertir en las relaciones personales.
     Por tanto, no es difícil escuchar a alguien que ha se comprometido en hacer algo y como no lo ha hecho se justifica con el: “es que no tuve tiempo”.
     Y al decirlo, ya se siente justificado, perdonado y, lo peor de todo, con el derecho de no hacer aquello que debe hacer.
     Pero la verdad es que sí tenemos tiempo, solo que no sabemos administrarlo o, no queremos administrarlo.
     La tecnología es fabulosa y nos ayuda mucho a cada instante; no obstante, ella nos manipula –o mejor dicho, los creadores y vendedores de esa tecnología nos manipulan para aumentar el consumo de la misma– para que nos dediquemos más tiempo a ella.
Y claro, al final del día estamos repitiendo como borregos: “Es que no tengo tiempo”.
     La gran verdad es que sí tenemos tiempo.
     Pero solo para las cosas que realmente nos interesan y, principalmente, para “perder tiempo” con cosas superfluas, como las horas y horas que se gastan en las “comunidades” virtuales, en las “falsas conversaciones” virtuales y en muchas otras cosas de ese mundo virtual que nos atrapa como una red de araña tolkiana.
     Uno tiene todo el tiempo del mundo, pero lo dedicamos a lo que nos interesa y la sociedad en la que vivimos nos está quitando “el tiempo”; está matando y destruyendo la opción que el ser humano tiene de convivir con otras personas, de cumplir con las responsabilidades, de vivir en sociedad.
     Como los padres no tienen tiempo, se les compra a los hijos tantas cosas para que “pasen el tiempo” y se enriquezcan los empresarios... y las relaciones entre padres e hijos se val al mismísimo diablo.
     Si tú dices sin pensar dos veces: “Es que no tengo tiempo”, párate frente a un espejo y piensa una vez más: ¿Es verdad que no tengo tiempo o no paso de un mentiroso patológico irresponsable?
     Porque cada persona decide si tiene o no tiempo o, mejor dicho, si quiere tener tiempo o no.
     La gran mentira del mundo es una epidemia que está debilitándonos como seres humanos y transformándonos en esclavos de lo que quieren controlar el tiempo individual.

Texto em português


A GRANDE MENTIRA DO SÉCULO VINTE E UM

     É impressionante como a cada dia as pessoas tentam auto convencer-se – e o mais impressionante é o fato de conseguirem fazer isso – de que não têm tempo para nada.
     Quando as pessoas dizem: “E que eu não tenho tempo”, o que estamos escutando é uma grande mentira.
     A grande mentira do século vinte e um.
     E todos os dias nós nos tornamos mais mentirosos e a cada segundo é repetido: “É que eu não tenho tempo”.
     As propagandas dos mais diversos produtos são persistente em dizer isso, em repeti-lo e em voltar a dizê-lo; então, nas conversas diárias, entre amigos e familiares, no trabalho, as pessoas repetem: “É que eu não tenho tempo”.
     Em resumo...
     Todos dizem que não têm tempo para nada, mas a verdade é que, além de sermos mentirosos patológicos, sim temos tempo.
     Nós temos tempo suficiente para fazer o que necessitamos e muitas coisas mais...
     No entanto, o que acontece é que, para favorecer o consumismo massivo, desenfreado, fanático e autodestrutivo, tratam de convencer-nos de que não temos tempo para nada; então, para tornar essa ideia realidade, nós consumimos mais tecnologia no lugar de investirmos nas relações pessoais.
     Por tanto, não é difícil escutar a alguém que se comprometeu em fazer algo e, como não o fez, se justifica com o “é que eu não tive tempo”.
     E ao dizer isso, já se sente justificado, perdoado e, o pior de tudo, com o direito de não fazer aquilo que deve fazer.
     Mas a verdade é que sim temos tempo, só que não sabemos administrá-lo, ou não queremos administrá-lo.
     A tecnologia é fabulosa e nos ajuda a cada instante; no entanto, ela nos manipula – ou melhor, os criadores e os vendedores dessa tecnologia nos manipulam para aumentar o consumo da mesma – para que nos dediquemos mais tempo a ela. E claro, ao final do dia estamos repetindo como borregos: “É que não tenho tempo”.
     A grande verdade é que sim temos tempo.
     Mas só para as coisas que realmente nos interessam e, principalmente, para “perder tempo” com coisas supérfluas, como as horas e horas gastadas em “comunidades” virtuais, nas “falsas conversas” virtuais e em muitas outras coisas desse mundo virtual que nos pega como uma rede de aranha tolkiana.
     Nós temos todo o tempo do mundo, mas o dedicamos ao que nos interessa e a sociedade na que vivemos nos está tirando “o tempo”, está matando e destruindo a opção que o ser humano tem de conviver com outras pessoas, de cumprir com as suas responsabilidades, de viver em sociedade.
     Como os pais não têm tempo, compram para os filhos tantas coisas para que “passem o tempo” e os empresários enriqueçam... e as relações entre pais e filhos vai para o diabo.
     Se você diz sem pensar duas vezes: “É que eu não tenho tempo”, fique de frente para um espelho e pense uma vez mais: É verdade que eu não tenho tempo ou não passo de um mentiroso patológico irresponsável?
     Porque cada pessoa decide se tem ou não tempo, ou melhor, se quer ter tempo ou não.
     A grande mentira do mundo é uma epidemia que nos está debilitando como seres humanos e transformando-nos em escravos dos que querem controlar o tempo individual.